viernes, 31 de marzo de 2017

Cuento de vanguardia

DISPARO EN ASCENSO

José Alberto Rodríguez era un sujeto complicado, solía vestir prendas formales todo el tiempo y hasta su peinado mostraba un estilo clásico que no se veía desde hace décadas. Su rostro reflejaba un sentimiento de angustia causado por los problemas de la gente de su clase, siempre preocupados por el día de mañana sin poder concentrare en las pequeñas cosas que alegran la vida y se aparecen en el presente, no en el futuro. Era altísimo al punto de infundir temor reverente en todo lugar por donde pasase.
Don José era dueño de una empresa situada en el barrio san Victorino y, más concretamente, el negocio consiste en la venta de artículos, accesorios e instrumentos musicales. Precisamente en una madrugada oscura y fría muy típica de las calles de Bogotá, iba de prisa a su trabajo en la oficina central de su cadena de talleres, imaginando un millar de estupideces que habría cometido su equipo en su ausencia y le tocaría arreglar con mucho esfuerzo, pero en eso momento eso era lo que menos le importaba, pues estaba en camino a ver a su amadísima esposa. Tatiana Mondragón era una mujer increíble, nacida en Medellín, pero con orígenes de la costa, de piel morena, unos ojos de color miel con cejas delgadas y una figura bien formada, pero a la vez delicada, eso la hacía ese tipo de mujeres que no puedes olvidar después de verla pasar. Su estilo de vestiduras era sencillo, pero más moderno que el estilo de su esposo, aunque también gustaba de los vestidos ostentosos que el trabajo de su esposo le podía costear, además de uno que otro lujo. Pero ella al igual que su marido, le gustaba trabajar, pero esperaba tener tiempo libre, así que trabajaba en una biblioteca a medio tiempo, ella era increíblemente inteligente y le gustaba estar en un ambiente callado, los libros eran su mejor pasatiempo… en resumen, ella era el tipo de chica que todo hombre desea, “perfecta”.
Cuando José por fin cruza miradas con su esposa, la encuentra hablando con un joven con una vestimenta un tanto curiosa, aunque un poco apuesto, tenía unos ojos verdes acompañados de unas cejas delgadas con unas pequeñas cicatrices de violentas riñas en su pasado que daban una mirada penetrante e infundía cierto temor, además de su corte de cabello: calvo a los lados y con cabello en la corona de la cabeza.
José se acerca emocionado y preocupado a la vez. ¿Quién era ese joven?, ¿Acaso su mujer tramaba algo? O ¿Acaso él ya no era suficiente para ella?, o ¿Quizá él estaba preocupándose demasiado?, de todas formas, era su esposa y confiaba en ella, de modo que esperaba lo mejor.
-Hola mi vida, ¿Cómo vas? ¿Cómo amaneciste? No te vi salir de la casa- Dijo muy cariñosamente, acto seguido, se dan un pequeño beso, corto, pero que demostraba un gran amor.
- ¡Ay amor, qué pena contigo!, salí temprano porque en verdad necesitaba hablar con él, lamento no despedirme, supongo que se me olvidó- dijo con sumisión, característico de la auténtica vida amorosa de la pareja ideal.
-No importa vida, y dime ¿Quién es este sujeto? – dijo mirándolo fijamente a los ojos, con un acento despectivo y frío.
- ¡Ay, mis modales!, te presento a Jonathan Castro, es un amigo que conocí dando los cursos de lectura que, gracias a ti, ayudaron a muchas personas, incluyéndolo a él
-Buenos días patrón, que pena con usted, pero tengo que retirarme, voy tarde para mi trabajo y sabe que hoy día es difícil conseguir uno – mira a Tatiana y responde con una sonrisa – nos vemos, cuídate y si algo me avisas.
Jonathan se fue caminando con un estilo peculiar, pero se le notaba la prisa y la preocupación por perder su trabajo, que sin duda era inmensa, superaba el frío que sentía por una brisa helada que pasaba a una gran velocidad por esa misma calle solitaria la cual conocía desde pequeño. José Alberto lo miraba conteniendo la risa.
-Bueno, si quieres de paso al trabajo te dejo en la biblioteca, aunque toca ir a paso rápido- le dijo José a su esposa.
-Está bien, igual siempre me hace falta una compañía y qué mejor compañía que tú, háblame de camino una de esas mentiras que tanto me entretienen.
Un par de horas más tarde, el sol por fin alumbraba las calles de la gran ciudad, dejaba a la luz chocar de manera elegante contra todo objeto, animal o ser humano dejando ver cada una de las acciones que ocurrían y calentando a los niños en su ambiente escolar, algunos con preocupaciones, otros con sueños. Los amantes de la música la ponían con un volumen moderado, disfrutando de su belleza y permitiendo que los vecinos se deleiten por una buena música exceptuando claro, a aquellos que no saben distinguir entre música y ruido, que son precisamente el tipo de vecinos en el barrio del negocio de don José, que le amargaban la vida y los cuales tenía que soportar todo el día, todos los días.
Sin embargo, esa mañana fue diferente. Por alguna extraña razón, el silencio era infernal y la paz y la tranquilidad reinaban en aquel territorio, al parecer los vecinos estaban durmiendo todavía o estaban de viaje, pues era diciembre y en esa época la mayoría de colegios conceden vacaciones a sus estudiantes y las familias aprovechan para descansar, irse de viaje y pasarla bien. En resumen, era el ambiente ideal para José.
Cuando entró en su local, todos sus empleados lo saludaron muy calurosamente deseándole un buen día, algunas de sus empleadas le lanzaban algún que otro piropo, el cual él rechazaba con gratitud, pues valoraba mucho su relación matrimonial con Tatiana. Él acostumbraba a poner la radio en las mañanas a un volumen bajo y dejaba que resonara en el local, precisamente estaba sonando Día tras Día, una de las más exitosas canciones a nivel Colombia, y le hizo soltar una pequeña sonrisa de placer, era una mañana hermosa, nadie podía desear algo mejor. Aun así, hoy tenía un compromiso especial y debía salir temprano, pues ese compromiso podría cambiarle la vida a él y a su esposa y, de hecho, lo hará.
Pasaban los minutos y éstos parecían una eternidad, lo llenó un pequeño sentimiento de tristeza, pero seguía emocionado, su emoción pudo más que su tristeza y siguió trabajando como si nada hubiera pasado. Conforme avanzaban las horas su escritorio cambió, ya no estaban las grandes pilas de papeles por llenar, es como si estos fueran desapareciendo poco a poco y cuando menos lo esperaba, había terminado. Su rostro se llenó de alegría y una sonrisa de oreja a oreja iluminaba su mirada, él no se daba cuenta, pero sus empleados también estaban alegres, se alegraban por él, pues corría el rumor que se iba de viaje muy lejos, pero no era el caso. José ni se había dado cuenta que ya habían pasado cinco horas desde que empezó y sin querer escuchó el rumor, así que se levantó alegre a anunciar lo que iba a pasar hoy:
-¡Atención a todos! – todos pararon lo que estaban haciendo – Tengo un anuncio que darles, presten atención todos por…
- ¡El jefe se va de viaje! – gritó uno de ellos y todos hicieron una pequeña algarabía por un segundo.
- Ya quisieran – respondió con una risa – en realidad, hoy mi esposa y yo damos un gran paso en nuestras vidas, vamos a comprar un lote y tenemos todo presupuestado para empezar construir de inmediato una casa.
- ¡Felicitaciones José! – dijeron casi todos al unísono y dieron un fuerte aplauso al gran empresario.
-¿Y para nosotros qué hay? – respondió uno de los empleados con un aire de risa.
- Trabajo, trabajo y más trabajo y otra pizca de trabajo para ti por preguntar.
- ¡Ay jefe!
- Bueno chicos, los veo el día de mañana, no se olviden de que…
-El cliente siempre tiene la razón – dijeron todos casi balbuceando como si fueran niños de kínder saludando en el colegio.
-Bien, adiós, rindan…
Después de eso él recoge sus cosas, y muy alegre se va. Saca las llaves de su auto del maletín, oprime el botón para que se desasegurara su puerta, la abre, entra en el carro, lo enciende y, con mucha paciencia, se va. El color gris de su Renault Twingo brillaba a causa del sol de mediodía, por su sencillez pasaba desapercibido por toda la ciudad, en el camino estaba pensaba en los costos, lo que haría en el terreno, imaginándose lo que podría pasar en ese lugar, estaba creando ilusiones casi fantaseando todo lo que pasará entre él y su esposa ahí. Mientras tanto en el radio del automóvil, sonaba la 97.9FM, en Bogotá es RadioActiva.
Quince minutos después llega al terreno, antes de bajar de su auto, lo mira y se imagina todo lo que habrá allí, se baja y espera a que aparezca el sujeto de bienes raíces.
A lo lejos venía un sujeto alto, rubio y blanco, robusto, con una sonrisa perfecta propia de un caballero inglés. Venía vestido de gala: zapatos elegantes y finos, un traje de color negro, hecho a la media que parecía ser de diseñador, una corbata roja llamativa, una camisa blanca y un anillo de oro en su mano izquierda. Detrás suyo venían dos guardaespaldas dando una muestra de la “importancia” en este mundo, como todo sujeto presumido, que sólo porque sus cuentas bancarias están repletas de dinero acumulado se cree superior a los demás.
-¡Saludos! – Dijo con entusiasmo y orgullo - ¿Cómo le va caballero?, venga mire el terreno – dijo de manera rápida, agresiva y altiva.
- Está bien – dijo de manera sumisa, sorprendido pues esperaba a alguien con mejor carácter.
Después de dar vueltas y vueltas alrededor del terreno, José escuchando parlotear a Julián sin cesar, deseando que en ese momento lo tragara la tierra para que sus oídos pudieran descansar, eso hasta que por fin empezó a hablar de lo que había venido a hablar y negociar: el lote.
El lote medía de siete metros de frente y treinta y un metros de fondo, era totalmente llano lo que al momento de construir es muy conveniente, está situado en un municipio a las afueras de Bogotá, Zipaquirá que está poco más de una hora de la capital, tiene buen clima, es un pueblo tranquilo, perfecto para formar un hogar; uno de los tantos planes de José Alberto para su esposa.
Después de horas de charla y tiempo perdido por la habladuría de Julián, quien gastaba tiempo innecesario para hablar de una sola idea demasiado sencilla, pero tanta paciencia había valido la pena, estaba a punto de firmar la promesa de compraventa cuando, en su caballerosidad, se acuerda de su esposa y, antes de si quiera leer las condiciones, llama a su esposa para comentarle de dicho trato:
-Hola amor, ¿Cómo vas? – dijo después de estar esperando unos minutos mientras sonaba el celular.
-Pues, bien para no preocuparte, sino que pasé por la tienda y me dijeron que no estabas, pero no por qué, así que pensé que estabas haciendo alguna diligencia o cosas por el estilo y estoy aquí en la biblioteca – le dijo con cariño mientras leía una carta que le había Jonathan en el buzón, la cual leía con una sonrisa.
-Mis disculpas, sí, estaba haciendo una diligencia, pero quería que fuera una sorpresa. Verás, en mis manos tengo un bolígrafo y una promesa de compraventa de un lote aquí en Zipaquirá para los dos, quería saber si estabas…
-¡Por supuesto que sí! – dijo saltando de alegría y gritando con tal euforia que en la biblioteca tuvieron que mandar a callar a la bibliotecaria – Perdón – dijo, y casi susurrando continúa - ¡Fantástico! ¡Por fin me libré de mi suegra!
- Cariño, sabes que no me gusta que hables de mi mamá de esa manera, pero no importa, tienes razón, te libraste de la suegra.
- ¿Y cuánto cuesta? – dijo ella concientizándose de lo que implica.
- Ay amor, no te preocupes por eso – dijo con un aire de frescura y tratando de llevar la atención de ella a otro lado – es más – dijo mientras firmaba – Separa dos entradas para la película que quieras en el cine que quieras, que yo paso por ti a la biblioteca, que en la noche ajustamos cuentas – dijo con una sonrisa pícara – hasta entonces, que voy a terminar cuadrar esto, vemos vida.
-Vemos. – cuelga con una sonrisa, cambia la ventana del celular y le manda un mensaje de texto diciéndole a Jonathan Castro.
Mientras tanto, José estrecha manos con Julián y se retira de manera rápida y brusca para no escucharlo otra vez.
Esa misma noche de cine con su esposa, Jonathan iba a visitar a una familia suya en Zipaquirá y le entró un mensaje de texto de parte de Tatiana dándole la ubicación de lote, así que decidió pasar un momento a revisar el terreno.
Una vez allí, dio vueltas y vueltas con una pequeña linterna hasta que vio una pequeña tarjetita de presentación que tenía unos pequeños jeroglíficos, se preguntaba: ¿Qué carajos es esto? Una vez con la tarjetita en la mano, la ojeó y observó que se parecía mucho a una clase de código para encriptar que había visto hacía mucho tiempo atrás, pero este era mucho más raro, a lo mejor José podría saber qué clase de encriptación era pero, por la cara que le había hecho esta mañana, no parecía estar muy contento con su presencia y él tenía la mala costumbre de hablar solo cuando notaba que nadie lo estaba observando y empezó su monólogo así:
-¿Será que al patrón le habrá dado celos verme con su mujer? Espero que no sospeche nada, pues eso echaría a perder nuestro plan, además, mi morenita ya me dijo que sí, que tan pronto como él cometa un error lo dejará, ¡Ni se imagina la clase de mujer que tiene, que está dispuesta a cambiar sus riquezas por una vida cómoda conmigo!. Pero, no me vendría mal unos pesitos para asegurar una buena vida. ¡Ya sé! Voy a hacerme buen amigo de José ofreciéndomele para la construcción de su casa, y le pido que me devuelva el favor averiguando de quién es esto, ¡Gracias al Kevin por enseñarme algo de protección bancaria! Sólo necesito…
Y así continuó hablando durante unos minutos hasta que su tía le envió un mensaje preguntando por él, así que él fue corriendo hasta allá como si fuera una emergencia.
Al cabo de un año y medio la casa estaba terminada y en los siguientes seis meses José Alberto migró la sede principal de su negocio de Bogotá a Zipaquirá, para que pudiera estar más cerca de la oficina con los papeleos comunes de ese tipo de empresa, y se mudó por fin a su casa. Tatiana también hizo arreglos y vendió el lugar donde tenía su biblioteca y los libros más populares que tenía, conservando los más caros, entre ellos enciclopedias, diccionarios, literatura en general, acumulando para sí la más completa biblioteca para un hogar.
Su casa era muy bella, tenía tres pisos con un tema de ladrillos por fuera. Por dentro, las paredes eran de color blanco y uno que otro adorno por ahí; Tatiana amaba los cuadros, así que la sala estaba uniformemente llena de cuadros, pero dejando ver el blanco de las paredes, había una mesa de vidrio muy hermosa, un mueble esquinero, un televisor de cincuenta pulgadas y un teatro en casa, el más completo, la sala estaba ubicada en el primer piso al igual que la cocina y un baño, estaba acondicionada para visitas.
El segundo piso era especial, tenía dos cuartos de dormir, el primero era el más grande, era el cuarto del matrimonio, había una hermosa cama tamaño King con una sábana ancha de color marrón con sábanas blancas, una excelente combinación si quieres hacer ver algo estéticamente bello; justo al frente había un televisor de cuarenta y dos pulgadas y un closet que la mayoría de las mujeres anhelan, una para ella y para él. El segundo tenía una cama tamaño Queen con sábanas blancas y un camarote para dos personas, como si invitaran una gran familia cada nada, cosa que no pasaba jamás; también tenía un televisor, pero de treinta y ocho pulgadas.
El tercer piso era de hobbys, había un salón musical, éste tenía una batería, un bajo, una guitarra folk, una guitarra clásica, una eléctrica, un micrófono y un teclado, sin duda, muy completo. Además, había un estudio, dotado de dos ordenadores, cada uno en su escritorio, la biblioteca de Tatiana y un escritorio para hacer trabajos escritos a mano, o para dibujar una de dos, además que había una multitud de útiles de trabajo para todo tipo de oficio, para este piso no hay mucho que decir en realidad.
Un día, a eso de las siete de la mañana, en el estudio mientras hacía cuentas, la inversión total de la casa ascendía a muchos más millones de los que él había presupuestado, pero sabía que era por los caprichos de su mujer que él, muy emocionado, se los dio, así que no le dio mucha importancia.
Salió al local y uno de los empleados lo abordó:
-Hola Jefe, ¿Cómo me le ha ido? – dijo con interés.
-No me llames jefe por favor, me suena despectivo, sólo llámame José, excúsame por favor por no responder el saludo, sino que cargo con muchas cosas en la cabeza en este momento, así que sí, estoy bien, pero distraído – dijo con muy notoria dispersión.
-Está bien, José – dijo esforzándose por no volverle a decir jefe – voy al grano entonces.
-Dígame…
-Quería preguntarle, ¿Cuánto le costó el lote que compró hace dos años?, yo sé las medidas, no se preocupe, usted mismo me las comentó hace un par de semanas. ¿No se acuerda?, bueno, en realidad no importa, tan sólo dígame cuánto le costó.
José dijo el precio de manera muy clara, redondeándolo, pues en el momento no se acordaba las cifras exactas, pero se asustó al ver que su empleado abrió los ojos con mucha sorpresa.
-¿Qué sucede? ¿Dije algo que no debía? – como estaba disperso pensó que había dicho algo.
-¡No!, no es eso, es que no puedo creer que esa sea la cifra, es exagerada – dijo con un acento popular que denota orgullo - ¿Está seguro de que esa es la cifra?
-Muy seguro, ¿es algo malo?
-Pues, para usted sí, yo acabo de conseguir un lote del mismo tamaño a la mitad del precio.
A José se le paró el corazón por un segundo, empezó a pensar en el presentimiento de esa mañana, ¿acaso el precio en realidad era exagerado? o ¿será que al otro sujeto le habían hecho un descuento?, aunque él era conocido por ser honesto y ser demasiado serio para hacer una broma de ese peso, así que le dijo que le parecía extraño y entró a su oficina y empezó a hacer llamadas a gente ofreciendo lotes del mismo tamaño y, para sorpresa de él, era cierto, llevó sus manos a la cara y las llevó hasta su cabello largo, no lo podía creer, pensaba que estaba loco y volvía a mirar sus cotizaciones y la sensación regresaba, no podía negar la cruda realidad, lo habían estafado.
Un sentimiento de odio intenso empezó a salir desde su pecho, se extendía hacia todo el cuerpo hasta que llegó a su cabeza, se puso rojo como un tomate y su miraba se convirtió en esas miradas que asesinan, se levantó de golpe, la silla se fue para el piso y con sus propias manos tiró todo lo que estaba en su mesa con una fuerza sobrehumana y luego, con un fuerte grito de enojo, lanzó la mesa misma al aire, acto seguido dio un fuerte puño a la pared y cogió su pocillo favorito y lo lanzó a la misma pared, el berrinche llamó la atención del personal y los más fuertes de entre ellos entraron a calmarlo mientras los clientes asustados se sentaron, pues todos conocían a José y querían saber que le pasaba, toda su oficina era un disparate.
Lo sentaron, le dieron agua y le vendaron la mano derecha, que se la había lastimado al golpear la pared. Una vez calmado le preguntaron:
-Ahora sí José, ¿Qué pasó? – dijeron pálidos del miedo.
-Me acabo de dar cuenta que un hijo de… - se contuvo con un suspiro, pues no quería que se llevaran una mala imagen de él – me ha robado la mitad de mi maldita vida – dijo casi susurrando de la rabia que aún estaba en él.
Todo el mundo se quedó callado, no se escuchaba ni el respirar de los presentes, todo el lugar estaba en silencio, parece ser que la actitud de José, tras de que por sí solo él daba miedo, creó cierto terror entre los clientes y empleados, pero a la vez estaban preocupados pues conocían a José de toda la vida y nunca lo habían visto así. Tenían temor de que si lo dejaban irse solo algo le pasaba, así que llamaron a Tatiana.
-Aló – respondió ella con incertidumbre, pues a ella nunca la habían llamado del trabajo de su esposo por ningún motivo, por lo que le era raro.
- Aló. Hola Tatiana, mira, sucede que José acaba de tener un ataque de ira y queremos que vengas por él, no se ve nada bien.
-Ok, ya voy en camino.
Cuando lo vio, no lo reconoció, era un hombre lleno de ira y dolor, y José siempre había sido alegre, casi que insensible.
Primero lo llevó al médico, pero sacando la cita y mientras lo atendían, se hizo de noche, al final, el doctor le dijo a José que se tomara unos días libres para que se tranquilizara y calmara, les ofreció café, le dio los medicamentos y los despachó. Le dio una incapacidad por unos días y, como él es dueño de su negocio, dejó a alguien a cargo.
Cuando llegaron a su hogar, llegaron exhaustos por tremendo día que habían tenido.
Decidieron por irse a dormir. Se pusieron los pijamas, ropa muy cómoda hecha para dormir, ella se recostó y abrazó a José con mucho cariño, él se recostó sobre ella y la abrazó, intercambiaron primero risas, luego recuerdos, chistes, comentarios amorosos y uno que otro cumplido, halago o piropo, empezaron con un pequeño beso que se convirtió en uno apasionado y continuaron así un par de minutos, empezaron a tocarse y, lentamente, el cansancio era reemplazado por el éxtasis, que poco a poco iba llenando sus cuerpos, empezaron a quitarse prendas de forma muy cariñosa hasta que pudieron acceder el uno al otro, consumando el acto. En ese momento ambos daban gracias a Dios en silencio por ese regalo matrimonial como es unirse y llegar a ser uno, por el sexo. Esa noche fue memorable para Tatiana, y le hizo pensar dos veces en lo que estaba por hacer, pues no iba a estar con José por mucho tiempo más. Pero después de disfrutar ese pequeño rato de sexo, el sueño los abrazó a los dos, quedando profundamente dormidos hasta el día siguiente.
Por alguna extraña razón esa mañana la luz del sol entraba por la ventana, atravesando las cortinas con un tono amarillo, él se levantó con cuidado, pues veía dormir a su esposa muy bien, se decía a sí mismo: “Parece un ángel, ¡Qué afortunado soy!”. Logró levantarse sin despertarla, se puso ropa de estar en casa, encendió la radio y estaba sonando Vivir Mi Vida de Marc Anthony, pensó: “Qué deliciosa mañana”, se sentó en el sofá a escuchar la pista, se le había olvidado por completo el disparate del día anterior. Después de unos minutos Tatiana bajó y se sentó a su lado, se hicieron compañía un rato sin decir nada, estaban disfrutando de la tranquilidad de esa mañana. Después de un rato se levantaron, se arreglaron. Ella fue a preparar el desayuno y él subió al estudio, y vio precisamente las cuentas del día de ayer, como estaba tranquilo pudo pensar con más claridad, y se puso un objetivo claro y concreto, iba a asesinar a Julián Ricardo Acevedo y a quitarle todo lo que tenía. Llamó a Tatiana y le pidió el número de Jonathan, que ya se habían hecho muy amigos, y lo llamó:
-Aló ¿Jonathan?
-Sí patrón con él – dijo con alegría.
-Necesito que nos veamos a las 12:30, ¿Puede?
-Por supuesto que sí patrón, donde sería…
-Ya le mando por WhatsApp el lugar, nos vemos…
Y así mismo, a esa misma hora ese mismo día se encontraron en un lugar apartado, nadie sabía que estaban allí, discutieron de cuantas formas posibles se podía asesinar a un hombre, desde la tortura, pasando por el suspenso que resulta en estrés para la víctima hasta llegar a la muerte instantánea casi indolora. En ese preciso momento se acordó Jonathan de las claves encriptadas que, por un golpe de suerte, encontró hace dos años y, como un niño, sacó su billetera y sacó la tarjeta de la billetera. Apenas José la vió y dijo:
- ¿Qué es eso? – dijo con asombro.
-Pues, cuentas encriptadas pendejo – dijo con un tono burlesco y ofensivo.
-O sea, sí sé que es, la pregunta es ¿De quién es? ¿De dónde lo sacaste? – dijo corrigiéndose.
-Hace dos años cuando compró el lote, Tatiana me dijo que podía venir a verlo, pues ese día yo me mudaba para acá, miré y lo encontré, pero no sabía cómo, tal vez al tal Julián se le cayó por accidente…
-Bueno, voy a analizarlo y te digo por WhatsApp si nos sirve o no, ¿Vale?
-Vale, nos vemos patrón.
Después de estar horas descifrando el código encontró la identificación del sujeto, eran sus cuentas bancarias, le parecía perfecto, no le quitaría únicamente su vida, sino su trabajo de vida, parecía el plan maestro, lo haría sufrir incluso después de muerto.
Mientras tanto, Jonathan se comunicó con Tatiana:
-Hola preciosa, ¿Cómo vas? – le dijo.
-Nada amor, aquí escribiendo, ya sebes – le dijo con picardía.
- ¿Ya, tu esposo se durmió?
-Sip…
-Entonces te cuento, él tiene planeado a asesinar al sujeto que les vendió el terreno, y le quiere robar todo, entonces toca que esperemos un poco y nos escapamos a Europa, que el tal Julián tiene muchísima plata, matamos dos pájaros de un solo tiro…
-Está bien – dijo con voz dudosa.
-Que pasó, ¿Te estás arrepintiendo?
-Ay no sé, es que hemos tenido una reconexión estos días y no estoy segura de poder hacer esto, creo que aún lo amo, creo que más que a ti… - dijo con tristeza…
-Ay mami, pero como vas a decir eso, tu sabes que yo te adoro.
-Está bien, lo voy a hacer, pero quiero que sepas que lo que pase después será tu culpa…
-Bien, no te pongas así, yo asumo la culpa, no te preocupes…
Pasaron las semanas y José estaba tan enfocado en asesinar a ese ladrón que no estuvo prestando atención a su esposa, simplemente entraba a su casa, comía e inmediatamente subía al estudio, preparaba cosas, parecía un autómata, sólo se detenía por necesidad y luego volvía a hacer lo que estaba haciendo. A su esposa le daba igual, porque ella tenía sus propios planes.
A la semana siguiente, Jonathan salió al encuentro de Julián, apenas pasó por un rincón, lo tomó y, apuntándole disimuladamente, le dijo que lo siguiera al rincón y le apuntó con un arma. Por mera casualidad, ese día Julián se los dio libres a sus guardaespaldas, Jonathan le dijo:
-¡Al suelo!, a menos que quiera una bala en su cabeza, deme todo lo que tenga de valor, ¡Pero ya!
El sujeto invadido por el pavor le dio absolutamente todo lo que tenía de valor, su reloj, su teléfono, su cinturón, sus anillos, vació su billetera y no dejó ni un solo centavo en ella, lo dio todo al ladrón, dejó salir todo su miedo en llanto y suplicó por su vida. Mientras tanto sus cuentas bancarias habían sido drenadas en su totalidad, fue entonces que José dejó la computadora a un lado y salió del otro lado del callejón, vestido de negro, no dejaba ver su piel, fue entonces cuando Jonathan le dijo al pobre asustado hombre:
-No es de mí a quien debe temer, es a ese sujeto, yo sólo quería su reloj, pero gracias por el resto patrón, nos vemos del otro lado… - miró a José y se fue.
Julián estaba muerto del miedo, no pudo gritar, ni siquiera ponerse en pie para intentar huir de aquel ser en el que se había convertido José -él no sabía que era José-, en un ser oscuro, que se hacía más grande con el paso de los segundos, los segundos eran una eternidad. Cuando vio a aquel sujeto de negro correr hacia a él, se puso a rezar, a suplicar por su vida a Dios, pero no hubo respuesta. De repente vio que el sujeto se detiene en frente de él, lo mira detenidamente como si estuviera detallando el lugar donde iba a hacer la primera incisión, y en el momento en que saca un cuchillo se agacha y con una mano le agarra el mentón para hacer que el sujeto vea a aquel ser que estaba a punto de matarlo:
-Que tal, siempre con escoltas y el día en que lo van a matar está solo, mira, no sé a cuántas personas estafaste, pero yo no te dejaré salirte con la tuya – se detiene y menea de lado a lado la cabeza – despídete…
Clavó el cuchillo en sentido vertical en dirección al pecho, hubo un sonido seco como cuando golpeas una pared, José sólo podía observar ese rostro que iba perdiendo color, que se le iba la vida, cuando observó que no había vida en el cuerpo de aquel hombre, lo llevó a una bolsa que tenía, se lo llevó muy lejos del poblado y lo enterró, para que nadie supiera nunca lo que pasó ahí en ese callejón, luego volvió a la escena del crimen, dejó una rata muerta con unas hendiduras de cuchillo en el charco de sangre del pobre hombre, para disimular que la sangre era de la rata. Él sabía perfectamente que ese pecado iba a volver para cobrar lo que había hecho, pero no sabía que por los ricos se paga antes.
Ese mismo día celebraron el botín, se lo dividieron entre los tres, aunque Tatiana se hacía la boba y pensaba que ese dinero era de la lotería, aunque sabía por qué había tanta plata en poco tiempo, pero José, él no se sentía bien, después de reflexionar en lo que había hecho, no quería volver a verse al espejo nunca más, sin embargo, esa noche durmió como un bebé, sin preocupaciones ni remordimientos, parecía que ese sentimiento había sido pasajero, una ilusión. Mientras aún dormía, es amarrado a la cama, y cuando él se despierta, es porque siente un inmenso dolor en el hombro izquierdo, era una punción, un cuchillo había sido clavado en su hombro, y cuando fue a ver a su atacante, era nada más y nada menos que su amada y querida esposa, la cual él había prometido amar hasta su muerte, se quedó callado, no dijo absolutamente nada ni se quejó, no se defendió, pensaba que era una manera de pagar por su pecado, y quién mejor para hacerlo pagar que su propia esposa, falleció en silencio y con una sonrisa en el rostro, sus últimas palabras fueron:
“No te dejes atrapar, vete lejos, vive tu vida”
Y ella hizo precisamente así, junto con Jonathan, se fueron a Europa, tal y como habían planeado compraron cosas, se hicieron una vida juntos, estuvieron rodeados de lujos durante más de nueve meses, haciendo y deshaciendo, pero la felicidad duraría poco, pues lo que hace en la tierra tarde o temprano se sabe y, por ende, se paga.
En Colombia encontraron el cadáver de José y Julián, hicieron las investigaciones pertinentes y sospecharon de la esposa, obvio, no denunció su muerte y no aparecía en todo el territorio colombiano.
Colombia es uno de los países que están afiliados a la Interpol, la Organización Internacional de Policía Criminal, por eso, pudo pedir que se diera un boletín internacional de ambos sujetos, como armados y peligrosos.
En Europa no gustan de criminales ni terroristas, así que su ubicación se dio a conocer muy rápido, nadie que ostenta sus lujos pasa desapercibido.
El día que los iban a arrestar estaban comiendo, habían estado peleando, ese había sido un día difícil. Arremetieron contra su puerta con tal brutalidad que la puerta se cayó y su marco quedó destrozado, fueron aprehendidos rápidamente y, cuando los sacaron de su casa, los vecinos los veían desde las ventanas o las puertas con desdén, no entendían cómo un ser humano podía hacer tanta maldad, en ese momento Tatiana reaccionó y rompió en llanto como una niña, pero a estas alturas de la vida el llanto poco podía arreglar, ya no había nada que hacer, pero Jonathan, le importó un bledo, no le interesaba perder su humanidad por un poco de dinero, para rematar, fueron llevados a Estados Unidos, no a su país natal, y las prisiones estadounidenses tienen la fama de ser un infierno. Por último, Jonathan no aguanta la idea de estar en Estados Unidos, así que aprovecha un descuido de un agente, coge el arma y, desde el mentón, oprime el gatillo, suicidándose y dejando que Tatiana cargue con toda la pena.
Tatiana por fin comprendió que nunca debió haberse aliado con Jonathan, él había cogido todo lo bueno de ella y lo había botado por la borda, lo había eliminado para siempre y se preguntaba si algún día podría volver a ser la mujer que José amó durante tanto tiempo.
¡Ay! ¡José!, cuando pensó en ese hombre, supo que lo que le había pasado había sido por culpa de ella, simplemente quiso morir en ese momento, pero la vida no le concedería ese deseo, tendría que buscar la manera de ser un ser humano.
Se acordó de la carta que Jonathan le había mandado a ella, que, prácticamente le dijo todo lo malo que había en su vida, o sea, la de ella, y le propuso que, si se iba con él, podría cambiar su vida para siempre, y lo hizo, pero no como ella pensaba. Qué decepción.
Mientras iba en el avión preguntó si le podrían facilitar un bolígrafo, una hoja de papel y un sobre. Se los entregaron y, con lágrimas en sus ojos, que a su vez tenían ojeras de tanto llorar, se puso a escribir:
“A quien quiera leer.
Hola. Mi nombre es Tatiana, aunque mi nombre no tiene mucha relevancia, mi historia tal vez pueda salvar vidas, no quiero mostrar mucho acerca de mí misma, pero si te puedo decir que, por mi culpa, dos vidas inocentes se perdieron, la de mi esposo y la mía. No te puedo decir lo que hice, probablemente ya lo sabes y, si es así, te digo que no tengo justificación alguna por mis actos, pero si puedo dejarte una cosa: La avaricia es un veneno, un virus, que primero te infecta a ti, se contagia al resto de personas que amas, matándolas una por una para, por último, matarte a ti también. En esta vida no todo es plata, disfruta del tiempo que tengas con tu familia y amigos, disfruta de esas pequeñas cosas que son, en realidad, lo que nosotros conocemos como vida, disfruta con tu pareja todo lo que puedas, mientras puedas, ‘porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaece a todos’ (Eclesiastés 9:11), es decir, que a todos nos puede pasar algo malo, cuando menos lo esperemos.”
Fin o ¿Continuará?